¡La Navidad! Ese hombre debe ser un misántropo en verdad, en cuyo pecho no se despierta algo parecido a un sentimiento jovial -en cuya mente no se despiertan algunas asociaciones agradables- por la recurrencia de la Navidad.
— Charles Dickens
¡La Navidad! Ese hombre debe ser un misántropo en verdad, en cuyo pecho no se despierta algo parecido a un sentimiento jovial -en cuya mente no se despiertan algunas asociaciones agradables- por la recurrencia de la Navidad.
— Charles Dickens
Nunca habría podido hacer lo que he hecho sin los hábitos de puntualidad, orden y diligencia, sin la determinación de concentrarme en un tema a la vez.
— Charles Dickens
La caridad empieza en casa, y la justicia, al lado.
— Charles Dickens
La comunicación eléctrica nunca podrá sustituir el rostro de alguien que con su alma anima a otra persona a ser valiente y verdadera.
— Charles Dickens
Si no hubiera gente mala, no habría buenos abogados.
— Charles Dickens
Todo lo que he intentado hacer en la vida, lo he intentado hacer bien con todo mi corazón; todo a lo que me he dedicado, me he dedicado por completo; en los grandes objetivos y en los pequeños siempre he sido completamente sincero.
— Charles Dickens
Reflexiona sobre tus bendiciones presentes, de las que todo hombre tiene muchas, no sobre tus desgracias pasadas, de las que todos los hombres tienen algunas.
— Charles Dickens
Un corazón amoroso es la sabiduría más verdadera.
— Charles Dickens
He conocido una gran cantidad de tonterías que hablan de que los hombres malos no te miran a la cara. No te fíes de esa idea convencional. La deshonestidad mirará a la honestidad a la cara cualquier día de la semana, si hay algo que conseguir con ello.
— Charles Dickens
Trae el rayo embotellado, un vaso limpio y un sacacorchos.
— Charles Dickens
Sólo tenía un ojo, y el prejuicio popular corre a favor de los dos.
— Charles Dickens
En el pequeño mundo en el que los niños tienen su existencia, quienquiera que los eduque, no hay nada tan finamente percibido y tan finamente sentido, como la injusticia.
— Charles Dickens