La prueba más elevada del espíritu es el amor. Ama lo eterno que ya en la tierra puede poseer como realmente es.

Las enfermedades graves no me molestan durante mucho tiempo porque soy un anfitrión demasiado inhóspito.

Día a día debemos sopesar lo que hemos concedido al espíritu del mundo y lo que hemos negado al espíritu de Jesús, en pensamiento y sobre todo en obra.

Quien se salva del dolor personal debe sentirse llamado a ayudar a disminuir el dolor de los demás. Todos debemos cargar con nuestra parte de la miseria que yace sobre el mundo.

Un hombre sólo puede hacer lo que puede hacer. Pero si lo hace cada día, puede dormir por la noche y volver a hacerlo al día siguiente.

El hombre debe dejar de atribuir sus problemas a su entorno y aprender de nuevo a ejercer su voluntad, su responsabilidad personal en el ámbito de la fe y la moral.

Una cosa sé: los únicos entre vosotros que serán realmente felices son los que habrán buscado y encontrado cómo servir.

Quien se propone hacer el bien no debe esperar que la gente tire piedras a su paso, sino que debe aceptar su suerte con calma, aunque le tiren unas cuantas piedras encima.

Un gran secreto del éxito es ir por la vida como un hombre que nunca se agota.

En cuanto el hombre no da por sentada su existencia, sino que la contempla como algo insondablemente misterioso, comienza el pensamiento.

Dondequiera que un hombre se vuelva puede encontrar a alguien que lo necesita.

Un hombre sólo es verdaderamente ético cuando obedece a la compulsión de ayudar a toda vida que pueda ayudar, y se abstiene de dañar a todo lo que vive.