Robert Kennedy

Debemos seguir demostrando al mundo que podemos proporcionar un nivel de vida creciente a todos los hombres sin que ningún hombre pierda sus derechos civiles ni su dignidad humana.

Nuestra generación nació durante la agitación que siguió a la Primera Guerra Mundial. Esa guerra marcó la línea divisoria -al menos para el mundo occidental- entre la cómoda seguridad del siglo XIX y la inestabilidad y el cambio de nuestra época.

En todas partes, el comunismo ha pagado el precio de la rigidez y el dogmatismo. La libertad tiene la fuerza de la compasión y la flexibilidad. Tiene, sobre todo, la fuerza de la honestidad intelectual.

La automatización nos proporciona incrementos maravillosos de producción e información, pero ¿nos dice qué hacer con los hombres a los que las máquinas desplazan? La industria moderna nos da la capacidad de una riqueza sin parangón, pero ¿dónde está nuestra capacidad de hacer que esa riqueza tenga sentido para los pobres de todas las naciones?

Los líderes del mundo no se enfrentan a una tarea mayor que la de evitar la guerra nuclear. Al tiempo que preservamos la causa de la libertad, debemos buscar la abolición de la guerra mediante programas de desarme general y completo. El Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares de 1963 representa un comienzo significativo en esta inmensa empresa.